Entrevista a Valle-Inclán: "Yo me siento aquí a contar historias y la gente se me acerca".

Era una tarde fría de noviembre, característica de Madrid. Mientras caminaba iba observando cada detalle de las calles madrileñas. La plaza de Santa Ana estaba abarrotada de aristócratas. Me paré frente al Teatro Español y observando su grandeza me decidí a entrar. Esa misma tarde se estrenaba una nueva obra, "Bodas de sangre". El teatro era sofisticado, sus tonos dorados y rojos lo hacían elegante y su gran lámpara que colgaba del techo llenaba todo con su luz. Al finalizar la obra la gente se levantó para el aplauso final. En mitad del pasillo estaba él, acompañado de su mujer. Era un tipo extravagante que se diferenciaba del resto. Tenía unas gafas redondas que llenaban su delgado rostro. Su pelo largo y su larga barba le daban un aspecto descuidado y singular. Me acerqué a unos viejos amigos a preguntar por él. No entendía cómo alguien con ese aspecto de profeta pudiera estar en un lugar tan refinado como era ese teatro. Me contaron que era de Galicia. Allí tenía hacienda, iluso de él se trasladó a Madrid. Intentaba conseguir su deseo de ser escritor. Me dirigí hacia el sujeto. Con un intencionado y sutil movimiento me choqué con Valle-Inclán. Para disculparme le ofrecí un cigarrillo. Él aceptó y juntos salimos a la puerta. Tras un rato conversando le confesé que era periodista y que sería genial poder hacerle una entrevista. Tras pensarlo un buen rato aceptó mi propuesta y me citó en El Español.

El viernes 15 de noviembre acudí al café donde el propio escritor me había citado. Caía ya la tarde, al fondo del bar todo estaba en penumbra y no se llegaban a distinguir los rostros de los presentes, las grandes mesas rectangulares de mármol con sus patas de forja contrastaban con las sillas y los sofás de terciopelo rojo que le daban un aspecto más sofisticado a aquel lugar.

Tras un rato observando, me decidí a buscar a Ramón María Del Valle-Inclán, no lo veía por ningún sitio, pero sí que me llamó la atención un gran grupo de personas que parecían estar embelesadas escuchando las palabras de alguien. Al acercarme lo encontré. Ahí estaba él rodeado de escritores, agradecidos de poder escucharlo. Cuando acabó se acercó a mí y me guio hacia una mesa aparte, ahí comencé mi entrevista.

Al empezar le llame por su nombre completo, tras reírse me dijo que le llamara Valle-Inclán.

Le pregunté por sus orígenes, nostálgico comenzó a describirme su Galicia natal. Su infancia fue feliz, ya que a él no le faltaba de nada. Al decirme esas palabras tuve que preguntarle el motivo de su traslado a Madrid para intentar comprender por qué dejó atrás el pueblo donde podría haber tenido todo tipo de caprichos. Me confesó que tras el fallecimiento de su padre perdió las ganas de seguir estudiando derecho. “Me trasladé a Madrid para cumplir mi vocación como escritor, estaba cansado de tanta monotonía”.

Cuando le estaba formulando una pregunta sobre sus hijos y su mujer, me cortó bruscamente. Alzando la mano pidió dos copas de hada del demonio verde y sacó dos cigarrillos, estaba vez invitándome él.

Imitándolo abrí el azucarillo y eché la bebida por encima, al tomar el primer sorbo me di cuenta que era absenta, al decirlo en voz alta me explico que lo llamaban así y que era la típica bebida de los poetas.

Tras esta charla me confesó como viendo una obra de teatro donde ella actuaba se enamoró de la que ahora es su mujer, Josefina Blanco. ”Desde que vi a Josefina en aquella obra, no me la podía sacar de la cabeza”. También nos contó que actualmente tiene seis hijos y que todos son de su prometida.

La siguiente cuestión fue cómo comenzó a ser más reconocido como escritor, él contestó: ”Mi carrera empezó a despegar gracias a las publicaciones periodísticas divulgadas en la prensa. Ahora la gente me respeta como escritor”.

Al interesarme por su fama me dijo unas palabras muy curiosas ya que para él sus obras y novelas eran muy adelantadas para esa sociedad.

 Curiosamente le dije: ”¿Qué hacía toda esa gente alrededor tuya?” a lo que Valle-Inclán me respondió “Hacían lo mismo que todos los días, yo me siento aquí y al empezar a contar historias todo el mundo se acerca. No eres el único que viene aquí para hablar conmigo”

Fue ahí cuando me di cuenta de que si me había citado media hora antes, no era para que yo fuera más puntual, sino para ver que la gente le adoraba. 

Le mencioné que una de mis obras favoritas era “Luces de Bohemia” él muy orgulloso respondió que esa pieza llegaría a ser muy importante. Tras darle el último sorbo a la copa me confesó que el recorrido que hacen los borrachos en esa obra es el mismo que hacía con sus amigos al anochecer. Riéndose de mí me invitó a recorrer esa ruta aun sabiendo que no llegaría en pie ni a la mitad del camino. Su última recomendación fue que algún día fuera a fumar opio, a él le relajaba y le inspiraba para escribir.

Solo quedaba una pregunta, cómo perdió su brazo. Él muy seguro afirmo: "En mi último viaje a México fui a dar un paseo cuando un león me atacó arrancándome el brazo izquierdo. Doy gracias por seguir con vida”. Tras responder eso Valle-Inclán pagó. La verdad que la historia me impactó y me hizo que lo viera más valiente a pesar de su aspecto disparatado. Me ofreció seguir la entrevista pero con la condición, que fuera en el siguiente café marcado en la ruta. Entre risas le tendí mi mano derecha esperando así poder despedirnos, avergonzado de mí, me di cuenta de que ese brazo era el que había perdido y rápidamente le tendí la otra.


En conclusión analizando cada una de sus palabras me di cuenta de que Valle-Inclán es un tipo sarcástico y cabezota, aun pudiendo vivir en mejores condiciones lucha por mantener su vida a base de la literatura. Me equivoqué al juzgarlo por su aspecto porque para él no es ningún inconveniente y no cambiará su forma de ser. 


Mireya López y Nayra Díaz.




Comentarios

  1. Hola, soy Pepe. Extraordinario retrato de Valle. La introducción es espléndida y la entrevista referida también. Acertáis también con el titular. No os he puesto el diez porque hay dos faltas. ¡Enhorabuena!

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